Apenas hace unos días que ha empezado este nuevo año y ya necesito la PAZ de Dios. ¡Qué tranquilidad y ánimo me da el pensar que el niño de Belén es el Príncipe de paz !
Él no vino para traer paz a la Tierra, sino para que todos los hombres tuviéramos paz para con Dios. Él es el Autor y Dador de esa paz... una paz que procuró y compró para nosotros en la misma cruz (Is. 53:5).
¡La cruz! Un lugar donde era imposible encontrar paz. Un lugar de sufrimiento y agonía, de castigo y crueldad. Pero allí, en la CRUZ, se hizo nuestra paz.
Una paz que nos regaló antes de ascender a los cielos (Jn. 14:27). Un legado que nos dejó para que disfrutáramos en nuestra vida terrenal en medio de este mundo lleno de aflicción y dificultad (Jn. 16:33). Así como en la cruz se hizo nuestra paz, en un lugar triste y doloroso, así también nosotras podemos disfrutar de ella en este mundo lleno de aflicción. Jesús no prometió cambiar nuestras circunstancias, pero nos dio Su paz en medio de ellas, una paz que sobrepasa a nuestro entendimiento y que nos capacita para volar por encima del dolor y afán (Fil 4:6-7).
En nuestro versículo de Isaías 9:6, la palabra hebrea para paz es shiloh y significa tranquilizador. El Príncipe de paz es... ¡nuestro Tranquilizador!
Dios es Admirable y digno de nuestra adoración, pues se hizo nuestra Sabiduría, nuestro Consejero y Guiador; nos ha dado todo Su Poder, como Dios fuerte que es, y siendo Él Padre eterno, vive en nuestro pequeño corazón. Pero no solamente habita en nosotras, sino que nos llena de una paz infinita, se hizo nuestro Tranquilizador.
¡Cuánta enseñanza en tan pocas líneas! ¡Cuántas herramientas en sólo unas pocas palabras! ¡Tan sólo un versículo... y nos ha dado para renovar nuestras mentes durante 5 semanas!
¿Qué haremos entonces con Su Palabra? ¿Abrazaremos Su Consejo, Su Poder, Su humildad y Su paz? ¿Nos arrodillaremos para adorarle en pura admiración como hicieron los pastores y los magos? ¿O preferiremos gobernar nuestras vidas con nuestras propias fuerzas, creyéndonos capaces de resolver cualquier problema y afanándonos por las circunstancias?
¡Dejemos que Cristo nos tranquilice, que nos llene completamente de Su paz! ¡Dejemos que reine pacíficamente en nuestra vida, así como algún día en la Tierra va a reinar!
Nuestra paz está en la cruz.
¿Ya has ido hasta allá?
Si no conoces a Cristo, ¡ves a la cruz sin tardar! Reconoce tu incapacidad, tu dolor y tu necesidad de descansar! Allí, en la cruz, se castigaron tus pecados, allí se hizo tu paz. En la cruz Cristo recibió la ira del Padre, una ira que sólo tú merecías llevar. Admite tu pecado a los pies de esa cruz y pídele a Dios que te perdone y que venga a tu corazón a reinar. Será en ese mismo momento que a tu corazón vendrá la paz. La paz con Dios de ser perdonada y de saber que ya no irás a condenación; la paz de tener un Tranquilizador en medio de todos los afanes y de cualquier preocupación. Será en ese mismo momento que te convertirás en una hija de Dios.
Pero a ti, que ya eres hija de Dios, te animo a que también vayas a la cruz. Del dolor que había en ella nació la paz para tu corazón. No te desanimes, ya sé que en el mundo hay aflicción, pero el Príncipe de paz venció al mundo, ¡y ya no hay que tener ningún temor! (Jn. 16:33).
Ha sido un placer compartir con vosotras estas 5 semanas de reflexión. He escrito más para mí misma, a modo de estudio personal, para ir en contra de mi desgano y mi cansancio en Navidad. Pero a la vez he escrito para el beneficio de las que pudiérais estar como yo. Para mí ha sido muy bueno levantar cada semana mis ojos al cielo, mirar hacia arriba y enfocarme en lo celestial.
Dios me ha enseñado mucho a través de esta Navidad. ¿Y a ti qué cosas te ha enseñado? ¿En qué has podido reflexionar? ¡Me encantaría que ahora fuerais vosotras las que compartiérais palabras de ánimo y de alabanza al Señor conmigo! Y que juntas pudiéramos repetir una vez más que...
¡No se trata de mí y sino de Él
y nadie más!
Noèlia Giner