Te creen cuado les dices que les amas.
Te creen cuando les dices que Dios les ama.
Te creen cuando explicas que Él creó el universo, que envió a su Hijo para redimir al mundo del pecado, que tiene un plan perfecto para sus vidas.
Todas éstas son semillas cruciales y fundamentales para su vida espiritual.
En cosas menos profundas también te creen, por supuesto.
Te creen cuando les dices que si no se cepillan los dientes tendrán caries,
que las vacunas sirven para que no se pongan enfermos,
que la crema solar les protege del sol.
Hace unos meses leí un artículo interesante sobre cómo los niños pequeños procesan de forma inconsciente lo que oyen de sus padres. Tenía un montón de jerga científica, pero venía a decir lo mismo que mi marido y yo observamos en nuestros hijos: que creen (a veces inconscientemente) lo que sus padres les decimos.
Qué repercusiones puede tener esto? Necesitamos cuidar cómo les hablamos a nuestros hijos.
Si tu hija está subiendo una escalera un tanto difícil en el parque, y gritas "Cuidado!! Te vas a caer! Espera que vengo!!" te creerá. Se sentirá invadida por la inseguridad. (Recuerda, estamos hablando de niños pequeños). Puede que se caiga del susto, puede que no. En todo caso, te cree. Y no se ve capaz. En cambio, si decimos "Vaya, veo que eres muy valiente! Mira bien donde pones los pies y agárrate fuerte" ya es otra historia. Tu hija se siente feliz por tu admiración y capacitada por tu consejo sencillo.
Tu hijo está intentando servirse la leche y vierte un poco encima la mesa. Dices "oh, vaya, qué torpe eres. Anda, deja que lo limpie". Tu hijo te cree. Se siente torpe. Pierde seguridad e independencia no solo para servirse la leche sino en otras áreas del día a día. Y se vuelve torpe. En cambio, si dices tranquilamente "no pasa nada. Aquí está el trapo para limpiarlo", le restas importancia al "accidente" al mismo tiempo que promueves su independencia, le transmites confianza y le enseñas responsabilidad.
Es bueno recordar, también, que tus hijos te están escuchando cuando hablas acerca de ellos a otra persona. A veces lo sabes, pero otras veces no te das cuenta. Te están escuchando y también te creen.
Te encuentras con una amiga de cuando estudiabas en la universidad, y tu hija se esconde tras tuyo. Sonríes con cara de disculpa y dices "es que es muy tímida". Tu hija te cree. Ve que es algo aceptable no mirar a los ojos a una persona y decir un "hola" sencillo. En cambio, no resulta complicado instruirle en casa que cuando se encuentra con algún conocido de Papá o Mamá un simple saludo, contacto visual y una sonrisa es una señal de respeto, tenga el carácter que tenga.
Vas con tu familia a comer a casa de Begoña y Andrés. Os sentáis a comer y hay lasaña de berenjenas. Begoña comenta que también ha hecho arroz con tomate, y tu afirmas "Uy, sí, no creo que le guste la berenjena". Naturalmente tu hijo te cree. Ni la probará. Desarrollará desconfianza hacia platos desconocidos. En cambio, dices "en nuestra familia nos encanta probar platos nuevos. Ya me dirás que te parece, hijo!" Tu hijo aprende que es bueno y respetuoso probar alimentos nuevos. Quizá te sorprenda y le gusta. Puede que no, y entonces pides el arroz con salsa. Pero se establece una costumbre muy sana y aventurera de no rechazar comida por el hecho de ser desconocida.
Seguramente podéis pensar en muchas otras ocasiones en que plantamos semillas en las mentes y los corazones de nuestros hijos, y dependiendo de qué semilla plantamos, crecerá un valor, una actitud, un comportamiento, o una tendencia determinada. Plantemos entonces semillas de confianza, valentía, autonomía y responsabilidad.
Eli Escuain
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿y tú qué piensas?