Ya las Navidades pasaron, la Noche Buena queda atrás... Ahora lo que divisamos es un nuevo año, 366 días más para vivir. No sabemos qué nos deparará el nuevo año, qué alegrias y tristezas tendremos que vivir, qué cosas nuevas aprenderemos, qué nuevas experiencias tendremos que pasar... ¡Pero Dios sí lo sabe! Porque Él mismo ha preparado este nuevo año al que vamos a entrar. Ha escogido cada prueba, cada experiencia, cada persona, cada circunstancia... de tal manera que puedas crecer y llegar a ser más semejante a Él (Rom. 8:28-29).
¿Te da miedo lo que pueda venir? ¿Te preocupas por lo que pueda pasar? ¿Te incomoda la incertidumbre? Pues mira arriba, a tu Regalo de Navidad, que recibiste ese día en que le diste tu vida a Jesús, el niño Dios...
Emanuel es Dios con nosotros...
Admirable, Consejero y nuestro Dios fuerte...
¿Te da miedo el futuro? ¡Pues allí está Él esperándote! El Todopoderoso poniendo todo Su poder a tu disposición. "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rom. 8:31).
Celebrar el nacimiento de Cristo no es sólo celebrar que Él vino, sino también que Él vendrá. Nuestro Gobernante omnipotente y supremo, que es desde la eternidad, el Rey que ha de venir y que traerá la justicia y la paz a esta Tierra. Tenemos un Dios así de grande y vive en nuestro corazón. No tenemos que temer, pues Él ya nos ha provisto de Su poder. Él nos defenderá en este nuevo año, nos guiará y nos ayudará... Dejemos que Él ejerza verdaderamente Su reinado y gobierno en nuestra vida. Démosle el trono de nuestro corazón en este nuevo año y por siempre.
"Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?"
(Rom. 8:31)
Pero Cristo es también el Padre eterno, Aquel que hizo y habita la eternidad, Aquel que nos dio la vida eterna y que pronto vendrá a reinar para siempre. Él es la Fuente de la vida, el Autor de nuestra salvación. ¿Qué sería de nuestra vida sin Él? ¿Cómo afrontaríamos un año más? Él nos da la promesa de que nos va a cuidar y que nunca jamás nos va a abandonar (Heb. 13:5-6).
¡Qué increíble realidad que el Alto y Sublime Dios, que llena la eternidad, se ha humillado hasta la muerte y ahora habita en nuestro corazón! ¿Cómo dudas, oh alma mía, que algo malo te va a pasar? Dios habita con el quebrantado y humilde de espíritu, con el que ya no tiene fuerzas para continuar. Le da vida, le vivifica, sana sus heridas, lo llena de Su poder (Is. 57:15).
¡Qué Dios tan grande tenemos! Y me conmueve pensar que Él es MI Padre y yo soy SU hija! Un Padre que nunca dejará de serlo, que cuidará de mí aunque a veces me haga pasar por pruebas y dificultades. Un Padre que no falla ni fallará, como lo pudiera hacer uno terrenal. Un Padre que quiere darme buenas cosas y que me va a cuidar (Mat. 7:7-11).
Sin embargo, no sé cuándo este gran Rey volverá para reinar. Quizás sea mañana mismo o quizás tarde una década más. Pudiera estar en Sus planes el que me fuera antes con Él, pero de una cosa estoy segura: ¡Él quiere ser HOY el Rey! El Rey de mi vida y de mis pensamientos, el Rey de mi corazón, el que dirija todas mis decisiones y acciones... ¡quiere ser mi absoluto Gobernador!
No hay mucho más que añadir a esta gran verdad. Dios hecho carne, Creador de la eternidad, vive en mi pequeño corazón, débil, humilde y quebrantado por la misma vida y por mi propio pecado. Lo ha restaurado, lo ha limpiado y desea llenarlo más y más cada uno de los próximos 366 días de este nuevo año que está a punto de empezar.
Ya lo llevo repitiendo varias veces en estas últimas semanas:
En mi vida y en el año nuevo,
En mi vida y en el año nuevo,
se trata sólo de Cristo,
¡y de mí para nada!
¡y de mí para nada!
Noèlia Giner