Galilea también estaba decaída, apagada, en angustia y tinieblas, esa noche de Navidad. La aflicción llenaba sus ciudades, el pueblo andaba en oscuridad. De repente, la Gloria llenó sus tierras, la Luz resplandeció sobre ellos. (Isaías 9:1-7) La alegría invadió sus corazones y fueron llenos de la esperanza de ser liberados, de vivir en un reino mejor, de haber ganado la batalla, ¡de tener un Rey vencedor! Era el fin de su sufrimiento, de la cruda batalla y del dolor...
Admirable no es un adjetivo, no es una palabra para describir al Salvador. Admirable es un nombre que le define a Él como el Milagro de Dios, como el Rey vencedor.
Su nacimiento fue un milagro y Su muerte lo fue también. Satanás trató de matarlo de niño a través del decreto de Herodes, pero no lo consiguió. Jesús permaneció vivo y Su vida mostró el poder milagroso de Dios. El plan del Padre siguió adelante, nada lo impidió, hasta el momento de Su muerte donde el milagro de mi salvación se consumó.
¡Jesús es admirable, es el Rey vencedor! Venció la muerte y fue al cielo, a Satán conquistó. Ganó mi alma con Su sangre y mi pecado destruyó.
¡Éste es el Niño que nació en el establo! ¡Esto es la Navidad! No mi cansancio y mi desgana, no las cosas que tengo que preparar. Sino la Salvación que vino al mundo, la paz que imperará cuando Cristo vuelva otra vez para reinar.
¡Qué desenfocadas estamos cuando llega la Navidad! ¡Cómo nos traiciona el corazón haciéndonos vivir otra "verdad"!
Luz, alegría, regalo...
¡palabras de Navidad!
...cuyo significado tristemente hemos cambiado... ¡Qué distorsionada queda la verdadera Navidad!
Luz y alegría llenaron los corazones de aquellos que vivían en Galilea, porque habían entendido que a la Tierra había llegado el regalo de la Navidad. Un regalo incomparable y difícil de comprar: Cristo se hizo hombre por salvar a la humanidad.
La luz también resplandeció sobre los pastores que velaban en la oscuridad. La gloria del Señor vieron y fueron partícipes de la alegría de las noticias de Navidad (Luc. 2:8-18). Esto fue lo que hicieron ellos (¡ojalá los queramos imitar!):
- Escucharon a los ángeles y les temieron
- Se animaron mútuamente para ir y confirmar la noticia celestial
- No perdieron ni un minuto hasta hasta llegar al portal
- Compartieron con otros su experiencia, les hicieron maravillar
- Volvieron a su rutina diferentes: ¡Ahora podían glorificar y alabar a Dios sinceramente! ¡Ya sabían lo qué era la verdadera Navidad! (Luc. 2:20)
¿De qué manera te afecta todo esto? ¿Cómo enfocas la Navidad? ¿Escuchas el mensaje de los ángeles? ¿Te apresuras a adorar? Yo no quiero que este año sea una Navidad más. Quiero hacer como María: guardar todas estas cosas en mi corazón y meditar en ellas mientras cocino, mientras decoro mi comedor, mientras invito gente a la iglesia, mientras sirvo de corazón (Luc. 2:19). Quiero sentarme a los pies de Cristo, como hizo la otra María, y adorarle por quién es Él, y llenarme de admiración, en lugar de andar afanada y turbada y con resentimiento en mi corazón (Luc. 10:38-42).
No quiero que ganen las tinieblas, ni que reine la tensión. Jesús es mi Luz eterna, Él es mi salvación; es mi Rey soberano, el Conquistador, que un día vendrá a buscarme y ¡ese día podría ser HOY!
Por eso, querida amiga, recuerda que el Señor es
Admirable, ¡que merece nuestra adoración!
Recuerda estas Navidades que...
¡No se trata de ti, sino de quién es Dios!
Noèlia Giner
Gracias por compartirlo, es una bendición recordar que no se trata de mí... Dejo todo afán para volver a los pies de mi precioso Jesús.
ResponderEliminar