viernes, 27 de mayo de 2016

SEÑOR, SANA MI TIERRA

Salmo 126 

Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion,
Seremos como los que sueñan.  
Entonces nuestra boca se llenará de risa,
Y nuestra lengua de alabanza;
Entonces dirán entre las naciones:
Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. 
Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros;
Estaremos alegres. 
Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová,
Como los arroyos del Neguev. 
Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 
Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.

Seguro que aquellas de vosotras que tuvisteis que dejar vuestro país e ir a otro completamente diferente, podréis entender muy bien a este grupo de judíos que cantaba des del destierro en el Salmo 126. La nostalgia y la añoranza invadían su corazón diariamente y soñaban con el día en que de nuevo volverían a su tierra. 

Pero no sólo extrañaban volver, sino que deseaban ver florecer de nuevo aquella patria que fue destruída, arrasada, desolada... Imaginaban el día en que de nuevo podrían volver a caminar por sus calles y ver a sus niños jugar alegremente en ellas. 


Por años, la tristeza y las lágrimas habían sido sus compañeras. Pero la promesa de la restauración seguía viva en sus corazones. Dios restauraría su tierra y de nuevo podrían disfrutar de ella. 

Sin embargo, no podemos olvidar que Dios los llevó cautivos a esas tierras paganas como castigo a su gran infidelidad. Dios les amaba y les había guiado en todo momento, en toda circunstancia y en cada batalla. Pero Israel le dio la espalda. Prefirió a un rey antes que a Dios. Se entregó a la idolatría y desobedeció abiertamente a su Creador.

Pero aún así, Jehová Dios no les negó Su misericordia y les dio la promesa de sanar su tierra. Un Padre amante, deseoso de compartir Sus bendiciones con Su pueblo. Un Creador bondadoso que no podía desamparar la obra de Sus manos (Salmo 138:8). 

Pero para disfrutar de esa restauración, Israel tenía que volver a Él. Esa transformación no ocurriría de la noche a la mañana.

"Si se humillare mi pueblo, 
sobre el cual mi nombre es invocado, 
y oraren, y buscaren mi rostro, 
y se convirtieren de sus malos caminos; 
entonces yo oiré desde los cielos, 
y perdonaré sus pecados, 
y sanaré su tierra."
2ª Crón. 7:14

Quizás la tristeza también invade hoy tu corazón. Quizás has sufrido un daño irreparable o vives en un dolor que nadie sabe. Quizás añoras aquellos días de bonanza en que todo parecía ir bien. O extrañas poder disfrutar de una familia centrada en el Señor, de unos hijos consagrados a Él... O bien, sueñas con aquel día en que ese ser querido llegará a conocer al Salvador.

¡Deja a un lado tu tristeza y ve donde el Señor! Humíllate en Su presencia y reconce todo aquello que has hecho mal y que te ha llevado a donde ahora mismo estás. Ora como el salmista: 

"Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno." (Sal. 139:23-24)  

Cuando hayas identificado tu pecado, confíesalo al Señor y arrepiéntete.Dios no abandonará la obra de Sus manos y cumplirá Su propósito en ti: te oirá, te perdonará y sanará tu tierra. 
Con toda seguridad, este proceso traerá muchas lágrimas a tu vida. Estos judíos de la cautividad lo sabían muy bien. La reconstrucción de su país iba a ser dura y con momentos de mucho desánimo. Por eso, la comparan en su canción al arduo trabajo del sembrador, quien con esfuerzo, y bajo un sol de justicia, rompe la tierra dura, la abona y la prepara para la siembra; luego esparce la buena semilla y recoge la cosecha con alegría (vv.5-6). 

  
¿Qué tierra de tu vida necesita sanidad? Humíllate al Señor, reconoce tu pecado y apártate de él. Dios te oirá desde los cielos, te perdonará y sanará tu tierra. Habrán muchas lágrimas y tristeza, pero cuando recuerdes lo que Dios ha hecho en tu vida y observes Su nueva obra en ti podrás unirte con aquellos judíos y cantar con ellos:

"Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros;
Estaremos alegres." (v.3)

Noèlia Giner 



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